En medio de las noticias acerca de que Chiquita Brands International ha decidido trasladar sus oficinas a Charlotte, Carolina del Norte, se ha escuchado también que fueron necesarios meses de reuniones y grupos de presión sobre autoridades, además de aproximadamente 22 millones en subsidios corporativos. Esto incluye alrededor de $5 millones provenientes del Municipio de la Ciudad de Charlotte.

Mientras que normalmente se celebraría las nuevas inversiones y creaciones de empleos, esta situación merece lo contrario. Es así que, en su lugar esto se ha convertido en una muestra de cómo los legisladores han permitido una falacia económica para distorsionar la política tributaria, a la vez que los medios de comunicación han hecho eco de tal confusión.

La principal falacia, la del cristal roto, es quizás la más común de todas. También conocida como la falacia de lo que vemos y lo que no vemos, significa la tendencia a ver únicamente los efectos inmediatos de una política y no los mediatos o de largo plazo. Tal como Frederic Bastiat, el político y economista francés escribió (1948):

“En el ámbito de la economía, un hecho, una costumbre, una institución, una ley, da nacimiento no sólo a un efecto sino a una serie de efectos. De estos efectos, sólo el primero es inmediato; se manifiesta a sí mismo simultáneamente a su causa: son vistos. Los demás se despliegan en sucesión, no son vistos: sería bueno para nosotros que fuesen previstos..”

http://www.youtube.com/watch?v=5pMfFmPb_CQ&feature=youtu.be

En este caso,  mientras que los efectos inmediatos son las inversiones de la compañía y la creación de empleos; los efectos secundarios o mediatos, sin embargo, son menos prometedores. Así, la asignación de los 22 millones a Chiquita podría significar un aumento de impuestos para otros residentes (incluyendo para aquellos empresarios que  siendo de otra manera  habrían contratado a personas), un menor gasto en servicios estatales, o endeudamiento con  futuras generaciones.

Estrategias corporativas como estas generan también negociaciones infructuosas, además de complicar aún más el código tributario, constituyendo así un precedente contraproducente. De este modo, todos los inversionistas esperan recibir algo antes de venir a Carolina del Norte. Mientras tanto, compañías pequeñas y con domicilio en el estado que no crean revuelo en los medios de comunicación enfrentan un código tributario discriminatorio.

Jhon Hoods acertadamente lo dice en el video que está a continuación (en inglés): en lugar de jugar a escoger compañías ganadoras de beneficios, sería mejor que simplemente se provea de servicios públicos al menor costo posible. Esto significa aplicar una tarifa de impuestos igual para todos y no sucumbir en la tentación que las falacias económicas presentan.

Traducido por Alexandra Veloz Velástegui. El artículo orginal se encuetra en la página de the John Locke Foundation.