El término “tercer riel”, en el contexto político, se refiere a una política que no  puede ser tocada por temor a sufrir una electrocución.  La analogía se deriva del peligroso tercer riel que alimenta de electricidad a algunos sistemas de trenes.

En el contexto americano, muchos problemas podrían darse bajo esta bandera, pero la Seguridad Social es el ejemplo perenne.  En el año 2011, en un debate entre candidatos presidenciales, el gobernador de Texas, Rick Perry, identificó a la Seguridad Social como una mentira así como al esquema de Ponzi, lo cual es cierto, pero los otros candidatos huyeron. El ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, incluso atacó a Perry sobre el tema, porque francamente hizo al candidato “inelegible”.

Las consecuencias de décadas sin reforma -pese a una mayor generosidad a la hora de comprar votos- son terriblemente obvias.  Un reciente artículo en Forbes, de Laurence Kotlikoff, señaló 41 secretos de la Seguridad Social que los receptores y la generación nacida durante el “Baby-Boom” o “explosión de natalidad” deberían saber para potenciar al máximo los pagos.  Pero, estos secretos son sólo el comienzo. Alrededor de 2.728 normas rigen los beneficios, y hay miles de explicaciones para esas reglas. Para agravar las cosas, “gran parte de las reglas del Manual de normas de la Seguridad Social son indescifrables para los mortales…”.

Si usted tuviera la energía para adentrarse en los 41 secretos –cosa que no he podido hacer- vería lo que sucede cuando una burocracia tiene el monopolio de las pensiones de jubilación. La falta de rendición de cuentas apunta a que las fórmulas se han vuelto tan complejas que hasta los especialistas, incluido el personal de las oficinas de Seguridad Social, no las comprenden.

Este intrincado sistema beneficia a la burocracia inflada y a los profesionales requeridos para ofrecer orientación sobre el asunto, no así a quienes reciben los pagos. La fórmula centralizadamente dirigida también despluma a los individuos con esperanza de vida más corta; y, a los migrantes que trabajan en los Estados Unidos por menos de 10 años que no reciben ningún beneficio en absoluto, independientemente de cuánto pagan en impuestos. Para los inmigrantes indocumentados es aún peor, ya que no son elegibles para recibir los pagos, sin importar cuántos años trabajen.

Si uno considera el impacto fiscal del programa de Seguridad Social, hay un endeudamiento infundado que excede los $21 trillones, basado en técnicas actuariales optimistas.  De igual forma, los funcionarios del gobierno deberían ver la señal de advertencia de sus planes de pensiones, la mayoría de los nuevos contribuyentes de la Seguridad Social ya saben que no van a recuperar sus “contribuciones” obligatorias cuando se jubilen.

“[Tiene usted] alguna idea de cuántas personas, qué porcentaje, optaría por la  exclusión voluntaria?” un miembro de la audiencia, preguntó a Ron Paul (R – Texas) sobre su apoyo a la idea.

Bueno, hice una lista de como 25 [y] menos para empezar, pero he indicado que en reuniones donde había una gran cantidad de personas mayores de 25 años, todo lo que hacen es [asintiendo con la cabeza] decir: “por qué no me incluyen”. Sin embargo, en las universidades, no recuerdo a alguien que se acerque y diga, ‘Oye, no quiero que hagas eso. Sálvame. Quiero pagar la Seguridad Social, porque sé que es un buen negocio. Quiero retirarme de la Seguridad Social. Nunca.

La conciencia ha crecido a tal punto que el tercer carril, la naturaleza intocable de la Seguridad Social, debe ser una cosa del pasado. Los candidatos prestan atención: la exclusión voluntaria para los futuros nuevos contribuyentes, que respeta el derecho de un individuo para elegir y al ser económicamente prudente, ya cuenta con apoyo mayoritario.

Dicho esto, la exclusión voluntaria haría al esquema de Ponzi del programa, más transparente y que genere retos fiscales a corto plazo. Pero, hay que tener en mente que cada nuevo contribuyente en realidad empeora la situación fiscal del programa a largo plazo, ya que genera un mayor endeudamiento a futuro.  Adicionalmente, quienes se inclinen por la exclusión voluntaria y hayan estado pagando, reducirían el endeudamiento estatal.

Cabe relievar que la opción de exclusión voluntaria ofrecería mejores y seguras devoluciones sin burocracia.  El statu quo alternativo, con déficits crecientes en la medida que el ojo puede ver, sería el tercer carril real.

Fergus Hodgson (@Fergusito) es el director de la unidad del estudio de la política fiscal en John Locke Foundation y un asesor de política en The Future of Freedom Foundation. Traducido por Melania Osorio De La Torre.