Los ricos y políticamente relacionados versus los pobres y desconocidos
Cuando trabajé como reportero en Nueva Orleans, en el año 2010, durante las secuelas del derrame de petróleo del Golfo de México, me encontré con varios comunistas declarados. Ellos fueron a la ciudad para protestar por las acciones de “British Petroleum”, y algunos de ellos se hicieron amigos míos.
A pesar de los desacuerdos de ideología y economía, estaban gustosos de hablar conmigo, y aportaron con citas para mis artículos noticieros. Incluso me ayudaron con una primicia sobre la plataforma del Partido Comunista Revolucionario de EE.UU., que se convirtió en una noticia nacional.
Algo que quedó grabado en mi memoria, es la forma en que se rieron de la idea de que el presidente Barack Obama sea un socialista. (Utilizaban los términos “socialista” y “comunista” de manera indistinta). Muchos voceros incluso etiquetaban a Obama, pero los verdaderos seguidores pensaban que tal idea era absurda.
Uno de ellos explicó que Obama había supervisado los rescates del sector financiero así como también había continuado o expandido un sinnúmero de acuerdos preferenciales para diversas industrias. Ellos vieron este amiguismo como una redistribución de la riqueza lejos de la clase obrera hacia la “clase capitalista”, y directamente en contra de sus objetivos. Hubieran preferido llamarlo un compinche-capitalista.
Me hicieron comprender que el amiguismo -privilegios que socavan tanto a la libre empresa como la igualdad ante la ley- no encuentra justificación en esa ideología. Ciertamente, el liberalismo clásico y el liberalismo como tal, no tienen cabida para monopolios, subsidios, garantías de préstamos, privilegios fiscales, o cualquier otro beneficio de este tipo.
Por el contrario, estas políticas encuentran su vía libre, porque muchas personas se benefician de ellas. Estas personas presionarán y las defenderán con engaños -es todo lo que pueden hacer- porque quieren mantener al tren en marcha.
Suponiendo la seguridad neta de subsidios para los agricultores pobres; sólo el 10 por ciento de las haciendas estadounidenses reciben el 74 por ciento de los subsidios, mientras que el 62 por ciento de las mismas no reciben nada. Para echar sal en la herida, el ingreso familiar promedio de las haciendas que reciben $30.000 o más de los subsidios en el año 2008 fue de $ 210.000.
Afortunadamente, nuevas investigaciones están revelando las consecuencias económicas negativas -con anécdotas dolorosas-, del enorme alcance del favoritismo en los Estados Unidos.
Mi mejor ejemplo sería el monopolio del Servicio Postal de los Estados Unidos. Aunque se trata de una “agencia semi-independiente”, las leyes federales prohíben a otras compañías la entrega de paquetes que no sean urgentes utilizando su buzón de correo. El Servicio Postal de los Estados Unidos “USPS” también está exento de toda clase de impuestos y de las leyes locales de zonificación, sin embargo se las han arreglado para manejar la pérdida de más de $ 5 mil millones en sólo tres meses y se prevé que perderán más de $ 15 billones al año.
Matthew Mitchell, autor de “La Patología del privilegio“, explica:
El Gobierno concedió privilegios al subir los precios, disminuir la calidad, y desalentar la innovación. Ellos llenan los bolsillos de los ricos bien relacionados a expensas de los pobres y desconocidos… Ellos incluso socavar las costumbres culturales, borrando la distinción entre el emprendimiento productivo e improductivo, y erosionan la confianza de la gente en los negocios y el gobierno.
Estos grupos de presión no desaparecerán a corto plazo, pero espero que su hipérbole egoísta caiga en saco roto. Y, cuando los políticos hagan gala de sus sinsentidos, independientemente del partido al que representen, la gente los conocerá mejor.
Fergus Hodgson es el director de la unidad del estudio de la política fiscal en John Locke Foundation y un asesor de política en The Future of Freedom Foundation. Traducido por Melania Osorio De La Torre.
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